18/11/10

Sabía elegir...

Entonces Dios les pidió a Caín y a Abel que le presentaran sus ofrendas, y Caín, pionero en la tierra y en las labores agricultoras, le presentó al Señor lo mejor de su huerta: cosechas abundantes, cuidadísimas, vigiladas de día bajo el sol y de noche bajo la estrella de la distancia, mientras Caín esperaba la ayuda de Dios con una refrescante lluvia. Por su parte, Abel, primer pastor, presentó a un borreguito que él mismo había criado como si hubiera sido su hijo: lo había calentado en sus brazos y alimentado con leche de sus cabras.

Dios primero volvió la vista a la ofrenda de Caín, y, al ver las cosechas sobre las aras, habló así:

-¿Pinches verduras? Ni que fuera yo indio... ya ni la chingas Caín, en serio ya ni la chingas... sé que es tu chamba, pero podías haberte elegido algo más sustancioso, ¿no?

Así habló el Señor antes de irse a la ofrenda de Abel, y al sentir el olor que surgía del borreguito asado, su voz tronante resonó:

-¡Eso es, a huevo! Una barbacoa... eso sí se antoja... pásense unas tortillas y una salsita... ah, ¿no saben qué es eso? Ahorita les digo... ¡pero así sí me gusta, chingá!

Pues por eso Caín se metió con Lilith, que no le hacía el feo a los vegetales porque andaba en la onda del vegetarianismo y lo orgánico... ya no supo si tuvieron hijos vampiros por lo macrobiótico.