Me equivoqué. Hasta ahí no tengo empacho en aceptar mi culpa. Está bien que mi sospecha fuera infundada, y que los celos me cegaron... Está bien que ella, no entendía por qué la castigaba. Pero no estuve del todo mal. No me arrepiento de haberla matado, sino de matarla por la razón equivocada. Cuando todo se supo y caí en cuenta de que fuera de mí, había asesinado a la bella mujer que más me ha amado, la culpa, por un momento, comenzó a devorar mi corazón... Llevé el pañuelo hasta mi cara como si se tratara de la suave piel de mi inocente víctima. Lo olí una vez más para fijar el blanco olor de Desdémona en mi mente. Me dí cuenta de todo en ese instante. Merecía morir, y mi venganza se justificaba. ¡Maldita perra! Le había pedido ya, un millón de veces que dejara de ponerle a la ropa suavizante marca libre.
1 comentario:
Pues qué quieres? La crisis no deja para suavizantes de marca...
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